Soy un experto en descubrir mentiras, las anomalías me molestan por ello nunca he podido quedarme callado cuando algo no está bien, nunca he podido estar tranquilo cuando hay algo que no cuadra. Claramente las mentiras que más me intrigan y a las que más respondo son aquellas dadas por las personas que me importan, tan pocas como son es increíble que las digan y es más increíble aún que puedan creer que no me he dado cuenta. No soy solo yo, creo que todos en general tenemos esa secreta habilidad cuando la persona que las dice es tan cercana a nosotros. Cuando sabemos que nos mienten sentimos un hormigueo en los bordes del cuerpo, un hondo frío que recorre los hombros, los labios se resecan por un segundo y un no tan pequeño agujero comienza a formarse en la base del corazón.
Con los años las personas se conocen tanto que intuyen
cuando no son honestas, cuando hay alguien ocultando dolor, placer, odio, amor…
Entonces ¿Por qué mentir? Si mentir no es una solución a nuestros problemas. Si
mentir es solo la ridícula forma que tenemos de pedir tiempo, de admitir que
somos cobardes, de vender nuestros sentimientos y el de otros al destino sin la
más mínima razón de cuando éste incumplirá el convenio. A nadie le gusta una
mentira, curiosamente al cuerpo tampoco para los que hemos mentido muchas veces
(todos) sabemos que el cuerpo se rehúsa a hacerlo tan solo recuerden ese
pequeño nudo en la garganta al hacerlo, esa comezón inexplicable que sucede en
el cuello o en los ojos, el frío que se apodera de los dedos, como se eriza la
piel. Mentir es inapropiado, cuando menos, desde todo punto de vista.
Yo miento cuando digo que soy fuerte, cuando digo que no soy
orgulloso, que el horario de oficina no me molesta, cuando digo que no me
puedes lastimar, cuando soporto que seas engreída, poco artista y fría. Miento cuando digo que
solo pienso en ti, que no quisiera salir con nadie más. Miento cuando digo que
no me siento atrapado… por ti, por esta
vida, por mis acciones. Me miento cuando me digo que me gusto del todo, cuando digo que me gusta mi voz, mi nariz, mi
estatura, cuando no le tomo importancia me estoy mintiendo. Si digo que
quisiera ser más aventurero, más bohemio, más organizado no es mentira, pero
miento al decir que hago algo por ello más allá de las doce uvas que como en
año nuevo.
Miento cuando digo que hago algo por cambiar, te miento
cuando te veo y digo que lo haré: “Seré más cariñoso, más romántico, más
comprensivo más considerado contigo (y conmigo)”. Miento por pena, por
tristeza, por vergüenza, por amor… Lamentablemente
cada vez que lo hago en nombre de estos sentimientos siento también que los
estoy perdiendo.
Miento casi todo el tiempo inclusive cuando no quiero
hacerlo, miento porque no confío en mí, quien puede decir la verdad, y miento porque
no confió en ti, quien la recibe, porque creo en el fondo que todas las personas
somos incapaces de entender la verdad o soportarla.
He madurado mucho este año, he vivido las historias más
tristes de mi vida este año y creo que es precisamente por eso que ya no
quisiera tener más mentiras en mi vida, las cosas pueden cambiar tan rápidamente,
tan horriblemente que rodearse de personas que estén dispuestas a esforzarse
por uno con al menos un poco de sinceridad parece ser la decisión más sensata y
elemental de todas. Así que no entres en mi vida si no estás dispuesto/a a decirme
la verdad, a esforzarte por mí si no por mi felicidad al menos por mi
tranquilidad, hazlo como yo lo hago.
Quiero caminar con personas en quienes pueda confiar y a
quienes pueda entregar la verdad de mis días sin temores ni rencor, entregar ésa manera de ser que todos llevamos dentro.
Nota a pie de página: Haz de ser muy valiente para querer venir 2014... ¿Serás feliz, año nuevo?