miércoles, 12 de febrero de 2014

Escritos de Tierra N° 18: AN SPOTLESS MIND (Post – 97)

… Recuerdo estar recostado detrás de las sombras cuando están aun eran rayos de luz, recuerdo desprender del polvo de estrellas mis zapatos de tierra antes de comenzar a levantarme y recuerdo que las nubes me mostraban siluetas de formas mortales para intentar animarme. Yo… cada vez las distinguía menos

Y moldee el camino cuando aun era incaminable y arrullé el crujido de mis pasos llamándome al andar… pues yo anduve, yo andaba y andaré.

Y sentí por primera vez al viento siendo viento y contemplé al olvido volverse nostalgia (tan callada) y probé el cansancio moteado de amargura y acaricie la inmensidad de las playas con sus orillas tentadas por mí… Y pensé en pensar, en caminar… y caminé y caminaba…

Y admiré al rió al volverse montaña, adoré a la luna que movía el mar, y respete a la suerte por el simple hecho de estar allí por obligarme a hacer cosas que no sabía que podía y por acompañarme hasta cuando ya no podía.

Y  hallamos un bosque de sentimientos que apareció frente a nosotros y ahí fue donde se marchó, no la he vuelto a ver y es que aun la espero (en cierta forma).

Y percibí que este bosque tan espeso quería aliviarme, consolarme… permitiéndome entrar… y yo entré. Y eso me hizo soñar, soñar que soñaba, aunque no soñé nunca.

Y seguía y avanzaba y olvidaba… y se inventaron las rocas para advertirme en dónde ya había estado e hicieron el hielo para que me viera envejecer en el y se movieron los cielos para confundirme y se creo la lluvia para mostrar que no me querían y se formó la nieve para explicar que nunca amaría… Y así llovió y nevó toda mi vida…

Y la soledad se rebelo a mi destino y el silencio se enfrentó al azar y yo me dormí y yo me perdí y regresó la nostalgia y desperté al odio y encontré al rencor… y ellos me dijeron: “El tiempo pasa…” – “Si…” – respondí – “Pero no tanto…”.

Continué. Llevando conmigo un rencor perpetuo, un silencio maltrecho, un odio que invita y una soledad subversiva… y no me importo… y no les importaba.

Nunca halle el manantial azul de las estrellas ni  el lago de aguas tranquilas que se hace llamar “paz”, ni a esa llama cálida y diáfana a la que llaman esperanza ni me tope con esa sustancia efímera a la que denominan amor, aunque tal vez siga buscando (si lo hice) pues aun sigo andando, caminando, vagando, viajando…

Y vague tanto que el frió se acostumbro a mi
Y anduve tanto que las huellas comencé a perseguir
Y merodee tanto que el sol empezó a ocultarse para descansar de mí
Y caminé tanto que el horizonte se acostumbro a seguirme

Y así fue, así es, así será.

Desde el principio del tiempo hasta el fin de los días.                                                         
El eterno resplandor de una mente sin recuerdos…

Nota a pie de página: Mis años de universidad en oda a esa gran película...