domingo, 1 de julio de 2012

Escritos de Fuego N° 15: PUENTE DE CEREZOS (6/15) (Post - 81)

AMAPOLA



Los días de secundaria transcurrieron sin mucha emoción, así al acabar mi último año me percaté de que mi círculo social había cambiado. Con el tiempo la gente popular me fue encontrando menos interesante y las personas que antes ni siquiera había reparado en ver fueron a quienes más me iba acercando, imagino que mi madurez en algunos temas me hizo menos divertido.

Ser un alumno de intercambio el último año debe ser algo muy duro pero también debe llevar una razón muy importante. Su nombre era Alhelí, era una chica de contextura delgada  a veces parecía ser algo enfermiza. Sus cabellos largos eran de un castaño muy clarizo y al final de la frente a la derecha se podía notar una hebra de cabello lila que muy seguido solía ocultar recogiendo su cabello tras su rostro.

“Alhelí tiene los ojos claros, marrones claros, casi cafés, la verdad nunca he sido bueno para identificar ese tipo de cosas, solo te diré que eran muy silenciosos, al igual que sus palabras y su forma de andar”.

Casi afueras de la ciudad había una casona que nunca había sido habitada, por lo menos no hasta ese momento. La familia de Alhelí se instaló los primeros meses allí, al parecer era de unos familiares lejanos. Al cabo de unas semanas la casa fue recobrando poco a poco su color inclusive el pequeño vivero en la parte de atrás fue reconstruido, se decía que era la misma Alhelí quien empezó a cuidar las plantas y flores del lugar. Muchas veces al llegar pude percatarme de rastros de maleza en su mochila, sin olvidar claro su inconfundible fragancia a rosas.

Con los días la gente del pueblo comenzó a acudir a ella. La noticia de que sus flores eran muy hermosas no era mentira y esto hacía que las personas se acercaran a preguntar por ellas. Muy pronto el vivero en la casa Macheri se volvió uno de los atractivos de la ciudad.

“La vida debería ser feliz y alegre… y llena de color… como las flores ¿No lo crees así?”. Un día que por encargo de mi madre fui a pedir unas flores Alhelí me contestó con esta pregunta. “Creo que si alguien puede entenderlo quizá seas tú, mi padre solía decirme eso. Él era amante de estas flores, por eso me nombró como una de ellas…”.

La chica de las flores como tan tiernamente se le comenzó a llamar fue ganándose el cariño de todos en el salón y aunque siempre mantuvo su andar tranquilo y prefería no ser el centro de atención a veces resultaba ser inevitable. Ese año la escuela tuvo a la reina de primavera más linda de la que yo pueda recordar. Al terminar ese día, cuando nuestras conversaciones y visitas ya habían sido tantas como para estar un momento a solas nos dirigimos al vivero para platicar entre fragancias y colores.

“Si te disgustaba, no debiste aceptar la invitación…” “No es que me haya disgustado, es solo que no era necesario dedicarme tanto esfuerzo además todos parecían tan encantados con la idea que no podía negarme” – Si las razones pudieran hacer mella en esa cabeza suya hubiera continuado la idea, pero Alhelí era una de esas personas que son capaces de sacrificarlo todo con tal de ver feliz a los demás. Una analogía que para ese entonces ya había calado en mí antes.

“¿Por qué cuidas tanto las flores?”  “Porque eran los regalos favoritos de mi padre, él solía decir que la vida se formaba por un puñado de emociones y de buenos y malos momentos que al final siempre nos hacen sonreír. Para él las flores eran la metáfora de todo aquello en lo que creía, cuando murió llevaba un puñado de sus flores favoritas con él…” Me quede helado, en ese instante pensé – No debí tocar ese tema – Pero ella notó mi desconsuelo.

“Descuida, tú me recuerdas a él… La noche en que se accidentó iba en su auto afuera de la ciudad con un par de maletas en la cajuela acompañado de una de las amigas de mi madre. Esa noche mi papa nos estaba abandonando…” “…” “No lo tomes a mal él fue un gran padre y un buen esposo pero cada que estaba con él podía verlo en sus ojos, lo mismo que veo en ti… una profunda tristeza… la mirada al vacío, los ojos de atardecer. Mucho tiempo lo odié, no entendía lo que pasó pero en aquellos días mi madre me confesó todo, que esa amiga fue su primer amor y que en su ausencia ella se acercó a mi padre, los tres eran amigos y aunque mi madre sabía que el aún pensaba en ella no pudo evitar enamorarse ¿Es curioso cómo las personas se acostumbrar a cierto tipo de emoción, no? Por muchos años mi padre creyó amarnos pero ella regresó y esos ojos que por momentos se ausentaban comenzaron a explicar su nostalgia. Al menos su último momento lo vivió con la persona que amaba… eso me reconforta un poco”.  
    
“Por eso aunque no haya sido mi culpa cuido de estas plantas con la misma devoción con la que me hubiera gustado cuidarlo a él. Es lo que me dejó… nuestros recuerdos felices están entre estas flores. Por eso te pareces a él, porque en tus ojos puedo ver que tú buscas algo más allá de lo que puedes ver,  tienes esa tristeza en la mirada, en tu andar. Douma, yo no sé lo que tu hayas perdido pero en verdad deseo que lo encuentres, porque al igual que yo nadie estaría dispuesto a verter sus emociones en un pozo de nostalgias…”

- Alhelí, aquella niña de piel clara y recatadas palabras estaba en lo cierto, en todo este tiempo conociéndome advirtió mis lagunas, mis momentos de silencio. Te notó a ti, entre las hojas… entre tanto aún sigues tu… aún sigo protegiéndote… -

“Amapola… la flor que llevaba mi padre aquella noche eran flores de amapola… ¿Sabes lo que significan…?”

“… La amapola es la flor de la individualidad, de aquellas personas que son amantes de la vida, las personas que nos atraen y nos apasionan y de los que hacen un mundo mejor  pero que de ningún modo debemos atraer a nuestro lado porque en su naturaleza se destruye o nos destruye. Es una flor que seduce, pero que nos aleja…”

Desde cuando comenzaste a formar parte de mí, de mi manera de ser. Mientras me alejaba del vivero sentía la cabeza estallar, había tanto de esa noche que no estaba bien. Sus palabras, la historia de su padre, su manera de ver la vida, de verme a mí. Sin siquiera saber si estaba del todo en lo correcto  llegue mi habitación con un sinsabor en los labios. “A pesar que deje de nombrarte todavía siento por ti sin que me pese…”.  Alhelí y yo terminamos la secundaria juntos, no hablamos mucho de aquella noche y aunque se volvió muy buena amiga mía después de la graduación no la volví a ver y no la volvería a ver si no hasta ahora, hace un par de días, siete años después. Cari ¿Será esto una buena señal? 



Nota a pie de página: Es hora de una nueva temporada...

No hay comentarios: