Con el miedo en la punta de los dedos. El corazón latiendo
contra el pecho y la boca completamente seca. La temible emoción que te da el sentirte
vivo. Sentir el temor de los que
respiran al límite.
El viento del cielo entrando en mis pulmones de golpe, sus ráfagas
pondrán llorosos mis ojos o los mantendrán entreabiertos. Gritaré durante todo
el vuelo o encontraré por fin el lugar al que pertenezco. Tengo un terrible
miedo a las alturas, quizá vomite, lloré o me desmaye pero tal vez, solo tal
vez, surcar los cielos de esta ciudad en parapente sea la experiencia que
cambie por completo mi forma de ver la vida.
Desde que era niño siempre anhele esto. He escuchado que te
duele la cintura, que la postura es algo incomoda y el bamboleo lo es aún más,
pero una vez más ir a toda velocidad, sintiendo la tenacidad de sus músculos nacidos
para correr, escuchar sus bramidos como un eco por el cuerpo alucinándome un caballero
medieval tal como lo hacía cuando era niño. Hablar con la naturaleza, con todas
las formas en un solo acto. Ir a galope fue uno de los más atesorados sueños en
mi infancia y por las cuales respiro.
El mundo desconoce al mundo. Las personas tan metidas en la ciudad
olvidan que hay más lugares que conocer que solo calles y plazuelas de cemento.
Al arrullo de un río el olor de las praderas acompaña bien. El crepitar de la
fogata se vuelve la leña vieja de historias que ha saber de buena tinta ya se
han escapado. Bajo el rostro de la noche uno se siente tan insignificante, los
tontos miedos de que algo pueda estar acechando se vuelven inmanejables y al
despertar encontrarse enternecido por la mirada de la única mañana que me llena
de vida. La oportunidad de presenciar algo asombroso: Una flor extraña, un
animal salvaje en el camino, descubrir algo que nunca nadie antes ha visto. Explorador,
aventurero, trovador… El alma de un artista me amalgama el corazón. Cuestiones de
valor por las que una vez más respiro.
Desafiante, inmenso, casi impenetrable. Su grandeza va
contra mi honor, mi orgullo de hombre puesto a prueba el esfuerzo y el dolor de
un reto aceptado. El sufrimiento no es nada comparado con las ganas de vencer,
de ganar. Soy terco, obstinado, una mula sentada en el risco, queriendo
escalar, esquivar, golpear, acertar. Estoy jadeante frente a la victoria. Tensando
los brazos al extremo para sentir recorrer esa fuerza sobrehumana que a veces
se apodera de estos momentos. Palestra, esgrima, box, kun fu, tenis, arquería. Los
torpes y descoordinados movimientos que tuve cuando joven emulando a mis
personajes favoritos de ficción van tomando significado. La conjunción de mis
deseos tan cerca de mis ojos… tantas cosas que han llenado mis pulmones con más
que solo aire.
Lo siento en mis manos. Ese hormigueo ondulante que no cesa.
Las dimensiones de mi pecho se expanden… más y más, mis pupilas se dilatan
¿Será todo como lo imaginé? ¿Será mejor? El aire que ya no colma mi vida me
distrae… Aprendiendo a respirar más que solo aire quiero encontrar con todas
mis fuerzas una manera diferente de vivir. Una que solo yo tenga…
Nota a pie de página: Decisiones...
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