viernes, 19 de noviembre de 2010

Escritos de Fuego Nº 10: LA CHICA DEL TREN… (post - 55)

“¿Esperarías por mi? Aunque no te lo haya pedido, aunque no sepas si he de volver…”. Yo quería que aquello que imaginaba fuera verdad, pero mientras te espero en esta cálida estación del tren; tu rostro sonriente, en mi memoria, imaginando esas palabras que nunca llegaste a decir no son más que un sueño, un recuerdo artificial que creé muchos meses atrás para conservar esa ilusión de esperarte. Ahora. Aquí, ha comenzado a llover. Me pregunto… si aquel lugar del que vienes tendrá lluvias tan hermosas como esta… la verdad… yo espero que no.


Me di cuenta de que ella iba en el mismo tren que yo solo después de la segunda mitad del año. Con tantas personas subiendo y bajando todos los días me reconfortó saber que pude notarla antes de la llegada de la primavera. Las pocas cosas que supe de ella en esos viajes fueron que estudiaba en el mismo colegio que yo y que al parecer le gustaban mucho los libros pues siempre iba leyendo uno camino a casa y aunque solo fuera un pequeño descubrimiento el saber que ambos nos subíamos al mismo tren fue de esa forma que empecé a interesarme en ella. Dicho esto, no es como si hubiera querido investigarla, acercarme o hablarle, es solo que… ella… la chica del tren, solo con ser capaz de observarla desde cierta distancia podía hacer que mi día fuese un poco mejor.


Yo siempre he pensado que mi estación preferida es el invierno, a pesar de que no me agrada pasar frió, me gusta mucho sentir la lluvia, caminar en la neblina que cierra mis pasos y no me permite distinguir nada más que mi propio aliento, escuchar como lentamente la nieve va enmudeciendo la ciudad aletargando todo, como deteniendo el mundo para poder apreciarlo más. Ese invierno que hacía enrojecer tus mejillas y entreabrir tus ojos hasta quedarte dormida me regalo uno de los mejores recuerdos de toda mi vida. Verte ahí, tranquilamente dormida en uno de los asientos del tren con ese librito de pasta color marrón entre tus lindos dedos y con la clara luz del cielo que traslúcida en la luna caía suave iluminando tus cabellos será algo que nunca olvidaré. Fue en ese mismo invierno en el que te vi, bajando del tren en una de esas tardes en las que no debíamos encontrarnos. Tú caminabas atrás de mí, como siguiéndome, como si supieras mejor que yo adonde iba, en varios momentos quise voltear pero la idea de que estuvieras ahí por mi no me parecía creíble… y era así, justo antes de llegar a mi puerta te detuviste en la casa de al lado. Esa tarde, aunque no nos hayamos mirado, aunque solo escuchara tus pasos, si pudiera confesarlo ahora… me gusto mucho caminar a tu lado.


Uno de los últimos días del tercer trimestre, yo, como ya se había vuelto mi costumbre, esperaba verte pasar y sentarte a dos asientos del mió en el tren, como solías hacerlo. Pero no apareciste. Antes de partir te busqué y vi como una linda chica de tez clara y hermoso cabello largo, con una maleta en las manos y una expresión triste en el rostro abordaba el otro tren en dirección opuesta al mío. Era tu forma de decirme adiós. A la distancia creí ver una lágrima pero no estaba seguro si era verdad o si solo era el reflejo de mi propia emoción. Pensé en hablarte, en decirte lo bien que me había hecho tu sola presencia, tu contemplar. Bajé del tren, caminé hacia el tuyo y antes de llegar a ti comprendí que tan bella podías ser, aún en la tristeza, cuando toda la luz del día parecía concentrarse en ti, cuando el calor matizaba tu piel, cuando me quede allí, inmóvil, deslumbrado, sin saber que decir, que más hacer. Cuando te vi partir la estación era primavera. La estación más apropiada para ti.


Después de todo, al final, no pude hacerlo, se dice que hay cosas que son inalcanzables sin importar cuanto se esfuerce uno. Los días siguieron tal cual, sin ti descubrí que aquel tren al que tantas ganas tuve de ir ahora se había vuelto un lugar gris, lleno de personas opacas y de ruidos diminutos. La primavera se volvió el refugio de mis pocos recuerdos aquellos que alimentaba con escenas de ti, de los dos, pequeñas imaginaciones que utilizaba para recrear mi tiempo, una de esas noches descubrí que me había enamorado de ti, desde hace mucho, pero no supe entenderlo. Lentamente todo se volvió idílico, si ya no tenia tu presencia para poder sentirme mejor tu recuerdo fue el que empezó a obrar en mi. Ese tenue regalo que dejaste para mi me ayudó todos estos años en los que sin querer esperaba por ti.


Con los años sorprendentemente llegue a saber que aquel vecino de al lado resulto ser tu hermano, ya era amigo de él antes pero ahora tenía una razón mayor para platicar con él todos los días y con el tiempo supe de ti, pues llegaste a confiar mucho en él y él en mi. Llegue a saber que tu primer beso había sido tan incomodo como el mió, que lloraste por días cuando tu primera relación terminó, que te escapabas de casa en las noches siempre que llovía, que tenías problemas con tu nuevo enamorado y que no sabías como solucionarlo y por eso recurrías a tu hermano y él, que todo ese tiempo que fuimos amigos nunca mostró mucha destreza en esos temas, recurría a mi ¿Puedes creerlo? Al final yo terminaba ayudándote a regresar con quienes quizá no debías solo porque parecías estar muy enamorada. Sé que soy un cobarde por cuidar bien lo que siento, pero si me gustabas tanto no es ninguna sorpresa el que haya querido hacerte feliz. En verdad me gustabas y si no podíamos estar juntos solo me quedaba protegerte porque a pesar de que yo estuve envuelto en muchas relaciones en todos estos años, al final del día siempre una parte de mis pensamientos iban hacia ti. Pero no te sientas mal, ese día en la estación, fui yo el que no supo llegar a ti.


Hay una historia de amor en el pueblo, se dice que si eres capaz de conservar la luz de una pequeña llama en la cima de una colina durante toda la noche una diosa aparecerá frente a ti y te revelará si tu sentimiento es verdadero. Muchas parejas van ahí todos los días pero nunca han logrado quedarse lo suficiente. Yo nunca había aceptado ir hasta ayer, sé que estando solo tengo mucho más probabilidades de no lograrlo, pero quisiera intentarlo por los dos, aunque para ti esa idea no exista muchas veces para mi lo ha significado todo. El frío de la noche hace muy difícil mantener esa llama con vida, yo trato de no moverme, de no dormirme. Agazapado bajo un árbol trato con todas mis fuerzas de rescatar el fuego que llevo en las manos, el viento cambia de dirección y golpea de lado, yo trato de ocultar la llama que tambalea entre los pliegues de mi ropa, muchas veces parece inútil, parece que se apagará en cualquier momento, pero resiste. Mis manos forman un pequeño escondite que impide a las ráfagas de aire entrar. A mitad de la noche garuó. Las ligeras gotas caen heladas sobre el pasto, yo he formado una pequeña cueva con mi cuerpo, mis dedos enrojecidos ya no sienten el dolor de esa pequeña quemadura que paulatinamente desensibiliza mi piel. En el momento más duro de la noche recuerdo tu mirada, tu forma de dormir en aquel tren, tu silenciosa belleza, tus largos cabellos parecen rodear mi cuerpo ahuyentando el último frío del invierno y aunque solo te imagino siento como si estuvieras aquí ¿Cómo puede ser que me haya enamorado de ti con solo verte? ¿Es que pude notar algo más allá de ti? ¿Algo más que solo los cuerpos? La emoción que tuve en ese momento fue igual a las que tenía al verte, mucho más que en tus recuerdos. Al final de la noche entendí que aquella diosa nunca iba a aparecer que la única certeza del sentimiento que pude tener fue la de haber permanecido toda una noche amparado en ti, en un recuerdo feliz y comprender que el fuego nunca se apagó.


Hoy es primavera, como me lo comentó tu hermano, regresas al pueblo y yo ya estoy aquí esperándote en la misma estación del tren para decir y hacer todo lo que ese día comencé a sentir…


“Definitivamente lo diré, que gracias a ti he sido feliz. Definitivamente te lo diré, que las emociones que tuve aquella vez crecieron y se han convertido en todos los sentimientos que llevo hoy. Ellos… ahora ¿llegarán a alcanzarte?...”


Nota a pie de página 1: Lo ves. despues de tantos días pensaste que no lo iba a hacer, que lo habia olvidado. Me gustaría saber que piensas ahora.

Nota a pie de página 2: Me gustaría saber que pasó.

martes, 9 de noviembre de 2010

Escritos de viento Nº 13: AVENTURAS HOGAREÑAS (post – 54)


Hoy es uno de aquellos días en los que el dpa parece un pelotón de fusilamiento y vivir solo no parece tampoco la mejor idea. Hoy la floja primavera despierta con las sabanas pegadas a la cama y no se le ocurre mejor manera de empezar la mañana que darle de empujones al sol que a tumbos y a regañadientes avienta, encabronado, rayos de luz y calor que perforan con maldad al cúmulo de nubes presumidas que habían estado invadiendo los cielos estos días. Fusilazos de calor que hacen guardar los abrigos, que vuelven a los niños más inquietos y que hacen salir de sus guaridas a la comparsa de heladeros que poco a poco, y empujando sus carritos, comienzan a apoderarse de las calles de Lima “La calurosa”. Por mi parte, aquellos balazos de luz atraviesan mis nada corpulentas cortinas azules abordando mi cama como pequeños piratas luminosos que en cuestión de minutos calientan mi frazada de tal manera que me es imposible dormir a gusto. Algo malhumorado, doy un par de vueltas para alejar esa sensación de calor de mi cama, serpenteo largo rato entre los pliegues de mis sabanas para recobrar algo de frescura pero mi intento es (lastimosamente) inútil. Malgeniado ya, voy siento como si un millón de hormiguitas bucaneras comenzaran a recorrerme todo el cuerpo. Luego de imaginarme a mi mismo (con algo de ironía) en un traje de Gulliver termino por levantarme. No antes, claro, de lanzar una pataleta y soltar unas cuantas maldiciones.


Al mediodía no quedan muchas ganas de hacer un desayuno. Espero mejor a cocinar un buen almuerzo. Teniendo eso en mente, después de buscar un par de medias y desenredarme un poco el cabello me acerco al repostero a por un par de frutas que puedan engañar a mi estomago un par de horas hasta que termine de acomodar (por lo menos un poco), lavar (por lo menos algo) y cocinar (lo que haya que cocinar). Como dije antes; luego de ver el desorden de los cuartos, la sarta de platos sucios apiñados en el lavabo y las pequeñas cosas que faltaban por comprar; pienso que en momentos como este vivir solo no parece la mejor idea.

Yo creo que tiene que ver más con una sensación de comodidad que con un espíritu exhibicionista, pero cada vez que me enfrento a este tipo de cosas me gusta hacerlo algo “ligero” de ropa. Así que dejando mi polo blanco para dormir a un lado (colgado en la silla) paso a terminar mi “ritual” previo de limpieza doméstica alistando un poco de música para darle algo de cadencia y ritmo a mis aventuras hogareñas.


Acomodar el dpa mayormente significa guardar todas las ropas que tengo regadas por ahí, digamos que siento el dpa tan mío que se me suelen deslizar un par de prendas alrededor que parecen afianzar y remarcar mi basto territorio. Mientras las llevo de nuevo a mi cómoda no puedo evitar pensar que un artista siempre es algo desordenado, aunque al final acabo por reírme de mi propio cinismo. Es una excusa graciosa y muy poco creíble en verdad. Luego de tener el dpa un poco más apreciable a la vista me dispongo, algo resignado, a lavar y restregar el montón de platos y ollas que hay en la cocina. A mitad de la pericia un chorro de agua salta y me cae en el pecho haciéndome pegar un brinco tan rápido que me hace pensar por un momento si tengo reflejos felinos aunque lo más probable es que solo tenga su recelo por el agua helada. No obstante luego de ese sorpresivo caño de agua fría encuentro su rencor muy comprensible.


Finalmente, más de una hora después, empiezo a cocinar. Habiendo pasado ya por tales empresas no me quedan muchas ganas de darme otro gran trajín, así que pienso en cocinar algo sencillo. Un estofado o un pequeño guiso estarían bien. Con el arroz ya hirviendo me tomo un tiempo para descansar y elegir cual de los dos cocinar, en ese momento, una de mis canciones favoritas hace su aparición en mi reproducción aleatoria haciéndome coger la guitarra ensalzándome por unos minutos con el estribillo. Al culminar otra de mis canciones favoritas me conmina a continuar haciendo la segunda voz y a mover armoniosamente mi desaceitada cadera. Ya estaba por entrar en la relajación total si no fuera por un disimulado humo blanco y un tibio pero profundo olor a cigarro que comenzaba a propagarse en el cuarto. En un instante mi olvidadiza cabeza hace memoria figurando en mi mente la imagen de una olla negra y mi boca cambia la voz de mando de carreras de un encuadrado “¡En sus marcas, listos, ya!” por un sonoro “Mierda, se me quema el arroz…” Y en efecto, al llegar a la cocina una de las hornillas parece estar alimentando la rabia de un volcán que amenazaba con estampar en las paredes la más funesta erupción de arroz negro que jamás haya visto. En menos de dos pasos, con una velocidad verdaderamente sobrehumana cojo de las asas al volcán y le lleno la boca de pura agua antes de que estalle o de que siquiera me queme las manos. (Una vez más pienso si tengo reflejos felinos o si tan solo me dará alzehimer de viejo)


Despotricado ya como me encontraba, algo salado o sin mucha suerte este día quizá opto mejor por una preparación algo más amistosa, me sugiero a mi mismo la compañía de unos fideos que tiene una elaboración mucho más amable y sobretodo menos riesgosa. A punto de estar al dente pincho unos cuantos flacos para saber que tan bien van. Descuidado asomo los chorreantes fideos a mi boca sin percatarme que una traviesa gota bailaba por allí no ocurriéndosele mejor diablura que caerme en la punta de la lengua encrespándome el rostro, haciéndome vociferar unas blasfemias muy poco entendibles debido al brusco entumecimiento de mi lengua que no me permitía conjugar palabras como era debido. Teniendo el torso impregnado de un sabor a pasta y la lengua algo resentida me quedo pensando, mientras mastico con cuidado, en si de verdad tuve mala suerte o si solo hice esas cosas a propósito porque las creía divertidas. A veces es muy difícil buscar cosas de las que reírse, a veces es muy difícil hacer reír a alguien triste. Siempre es difícil convencerse a uno mismo de reír. Yo creo que siempre es lo mejor que uno puede hacer, aunque al principio cueste hacerlo.


Nota a pie de página: ¿Alguien sabe como lavar una olla completamente quemada?