jueves, 6 de mayo de 2010

Escritos de Mar Nº 7: OSCILANTES CONFUSIONES (post – 36)

Son las 8: 22 del día jueves 29 de abril del 2012 y en la ciudad de Lima la luna esta más clara y más hermosa que nunca. No, no es tal cual. La luna para mi siempre es atrayente es solo que hoy las nubes son mas gráciles haciendo al cielo más hermoso. Esta noche el firmamento puede enmarcar mi naturaleza lunar con una maravillosa maestría, así que al parecer esta noche aprecio más al cielo que a la luna una ligera confusión que siempre se puede considerar agradable, pero ya que estoy en un error y me he dado cuenta de ello ¿Debería corregirlo? ¿Debería mirar al cielo y no a la luna, aunque ambos me sean cautivantes?

La luz lunar no es solo mía y al otro lado de la ciudad su níveo destello se estrella de golpe con la frialdad de unas cortinas cerradas. Dentro del cuarto una niña repasa una y otra vez las no tan viejas fotos de ella y su enamorado; sonriéndose, sonrojándose, queriendo. Queriendo que después de terminar y regresar su relación pueda crecer, esperando que lo mucho que parece quererla cuando esta con él, cuando la abraza y la besa sea verdad, que las palabras que dice las sienta de verdad y que no sean solo recursos de un momento, que su boca no vuelva a proferir frases tan hirientes e intolerables que tiempo atrás le hicieron tanto daño. Ella quiere creer, quiere que él la quiera. Ella piensa entre sentimientos sin saberlo que nadie la volverá a querer como él la quiso.

El humo ondulante de un cigarro cualquiera enardece involuntariamente el frió ambiente de una fría noche, un sujeto cualquiera lanza furibundas bocanadas mientras sujeta en la otra mano un par de pétalos resecos. Cuestionando. Criticando sus llamadas, sus mensajes, sus regalos, lo bien que fueron recibidos y lo mal que le hizo sentir la amiga de su amiga al rechazar aquel ramo de rosas que él le había enviado por su cumpleaños ¿Para qué hablaba conmigo entonces? ¿Por qué me respondía los mensajes? ¿Quién se ha creído para jugar conmigo de esa manera? Cada colérica pitada llevaba la sincronía de la amargura del tabaco y su rencor, su desconcierto, su incapacidad para entender la situación. Unos pasos más allá la primera cajetilla se termina y él va en busca de más coincidencias mientras maquina que es lo que debería decirle la próxima vez que la vea, por segunda vez.

Un par de libros caen con un ligero estruendo sobre un viejo escritorio carmesí. Luego una linda chica toma una silla que ciñe a su espalda y comienza a leer y a buscar páginas, textos, capítulos, índices y demás rótulos anotando imperiosamente en su cuaderno lo que cree importante. A un lado una pantalla plana expone búsquedas, descargas, palabras claves y aún más información por revisar. Minutos después una caja de lapiceros cae de la mesa inclinada ya por el anterior retumbar de los pesados libros. Ella se sacude de su trance y advierte los lápices en el suelo y a regañadientes se agacha recogerlos mientras en su mente un latido inesperado aviva su memoria y recuerda. Se acuerda de aquel muchacho raro y despistado que suele sentarse a su lado y que le entrega cada pequeña cosa que ella, descuidadamente, tira al suelo con una sonrisa y una tierna mirada y recuerda que se incomoda cada vez que él hace eso, cuando quiere hablarle, cuando intenta acercarse. Ella toma los lapiceros y sonríe y piensa “¿No se cansará de recogerlos?” A ella le intriga un poco, a ella no le importa, ella tiene mucho que hacer, ella quisiera que él fuese más arriesgado. Ella, finalmente, vuelve a sus libros, a su sencillez, a su lindura y a sus dudas.

Y al término de estas historias estoy yo, un joven como pocos con una chalina de corbata que a las diez de la noche cruza el puente Rosa Toro y se detiene a mitad del camino para poder admirar la infinita gama de colores que se funden bajo sus pies con la intrépida velocidad de la vida. Los faros de los carros van rompiendo sin miedo en sus destellos la lacónica pasividad de la noche, las luces de la ciudad son tintineantes amalgamas que en su fulgor cambian desafiando la perfecta armonía del cielo y la luna. Y me pregunto… me pregunto que tan equivocado puedo estar, que tan certero soy, cuántas de estas oscilantes confusiones son solo mías, cuántas de mis tristes dudas realmente me pertenecen, aquellas que a la distancia van intentando entender, intentando hacer lo mejor… por momentos me gustaría volar, elevarme de verdad más allá de todo, tener la precisión de un Dios, desnudar todas nuestras penas, develar todas nuestras hirientes confusiones, proteger al mundo que va de paso, proteger mi mundo… aquel que a veces quisiera que fuese mío.

Son las 10:22 del día jueves 29 de abril del 2010. El cielo se oscurece, la luna se esconde tras su manto de ensueño y el etéreo joven del puente llega a un cruce de caminos. Se detiene, observa los sentidos, respira hondamente… y aún así no sabe cual de ellos tomar.

Nota a pie de página 1: ¿Pueden creer que ya estemos por cumplir un año con el blog? Me sorprende en mí tal constancia.

Nota a pie de página 2: Para el conejito "Mosho" que nos dejó y se libró de todas estas confusiones.

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