Jueves 16, once de la mañana. Hay un calor insoportable a donde quiera que vaya y ya que voy más de 10 minutos esperando a que llegues, salto la mirada de un lado a otro disfrazando apaciblemente mi intención de buscarte. Me he entretenido todo este tiempo en el paradero jugando a las miradas con una chica al final de la banca que no sabe disimular muy bien sus ojos, con algo de experiencia espero su siguiente golpazo discreto, el tinito bambolear de sus ojos regresa nuevamente hacia mí, le sonrió y ella voltea rápidamente algo avergonzada, tornándose roja quedamente. Con algo de alivio me levanto por fin. Camino en dirección hacia ella, noto su incomodidad, veo que es solo una niña, una niña jugando a ser mujer, sonrío a mis adentros y sigo de largo porque no es a ella a quien voy, sino a ti que llegabas por la misma dirección con el rostro algo apenado “Y deberías estarlo” pienso, ya me hubiera ido hace mucho si esa niña no te daba algo de tiempo. Quiero mostrarme enojado o serio para ti pero tu beso en mi mejilla me desarma por completo, hace que tu excusa me parezca razonable y tu mano tomando la mía termina por cambiarme el humor que trataba de inventar. Respiro para mis adentros y pienso “Debe ser tu encanto en mi…”.
Caminamos a ese lugar que tanto te gusta, donde podemos platicar tranquilamente y ver esos colores que tanto te hacen saltar, antes de seguir te entrego un pequeño dibujo que hice para ti, lo ves y casi lo rompes de la emoción yo antes de reaccionar por el abrazo tuyo reacciono ante el peligro que amenaza mi dibujo. El dibujar no es una de mis mayores destrezas pero me alegra que te haya gustado y que no se haya roto, me tomó toda una tarde hacerlo pero te dije que solo había sido una hora. Ya ves, te dije que no me gustaba regalar cosas comunes ni hacer cosas normales. Sentados en una banca, luego de corretear por todas las tiendas preguntando precios de muñecos que nunca iremos a comprar (a las que fuimos solo para que nos vieran juntos), hablamos de todo y nada como si apenas nos conociéramos (y es así), nada parece tan importante ni muy superficial cuando hablo contigo, tal vez el eco de tu voz me calma, tal vez aleje el raciocinio de mi, tal vez me quedo prendido de tus ojos. Lo único que sé en ese momento es que podría conversar contigo por horas. Te mueves lentamente hacia mí, para escucharme mejor y la correa de tu mochila se desbarata inclinando tus hombros, moviendo tu cabello. Reniegas. Pateas tu propia mochila (pero despacito) yo no puedo evitar el reírme. Me arrodillo, tomo la tira rota y le hago un nudo, tensándola, diciéndote “Sé que no se va arreglar así, pero por lo menos podrás llevarla sin que se suelte…” Tus ojos brillan inconfundiblemente, tintinean como cuando queremos dar un beso, te acercas a mí y cuando siento tu respiración en mi rostro doy la vuelta y digo cualquier tontería. Lo he hecho a propósito y te has dado cuenta. Eso te hace enojar, hace parecer que estas tratando de seducirme y eso te hace enfadar aún más y a mí me gusta hacerte enojar, me gusta ver cómo te muerdes los labios y te vas sin decirme nada. Maquinando como vengarte has enrojecido tus labios con un lápiz de carmín. Ahora soy yo quien quiere besarte y sé que no me lo vas a hacer nada fácil, pero caminas a mi lado (buscando incitarme) y yo al tuyo (buscando fastidiarte). No importa que odie levantarme en las mañanas, que me canse de esperar, que me pierda las clases, que me olvide de cocinar; si puedo estar contigo y hacerte renegar, no necesito nada más.
Para salir contigo cego mis tristezas, mi naturaleza solitaria me acompaña hasta el umbral de mi puerta quedándose en el dintel, tranquilo, fingiendo no esperarme, deambulando por los cuartos en mi ausencia, durmiendo en los cajones de mi cómoda, zonambuleando por los marcos de mis fotos, las que algún día quisiera reemplazar por las tuyas. Para salir contigo me gusta provocarte, para provocarte me gusta hacerte rabiar, me gusta avivar tus gestos, develar tus manías, tus pucheros, me gusta llevarte al límite, me gusta desnudarte, saber cómo eres realmente, aguantar tus pellizcos, tus rabietas, tus mordidas, para llegar a sonreir contigo quisiera emocionarte, enfurecerte, excitarte, apasionarte, hacerte sonreir.
Para salir contigo voy cazando mariposas, de esas que tanto te gustan, de las que sueles buscar cuando sales conmigo. Mariposas son tus gustos, tus caprichos, tus antojos y yo voy tratando de atraparlas una a una, tratando de hacer que se posen en mis hombros, como jugando quiero cautivarte, como jugando voy descifrándote, dibujándote, aprendiéndote y aunque pueda parecer que lo sabemos todo aún hay cosas que me tienes que decir, cosas que me gustaría escuchar de ti, pero como ya debes saber para salir contigo me gusta enamórate y para enamorarte a veces tengo que esperarte.
Nota a pie de página: Aún sigo algo distraido.