martes, 6 de julio de 2010

Escritos de Tierra N° 5: DÍA LIBRE, ME APETECE (POST - 42)


La mañana cae presurosa en la gran ciudad. La tenue claridad que escapa de ese cúmulo de nubes que rodea a Lima “La gris” nunca será tan intensa como los rayos de un sol veraniego pero para mi son igual de irritantes e igual de molestos, y más aún en mi cama que se encuentra flanqueada por dos ventanas que no reparan en prohibirle el paso a esta insolente luminiscencia que con total desparpajo viene a joderme a estas horas, tan temprano en la mañana. Sin remedio, ofuscado y con sed de venganza no me queda más que abrir los ojos.


Luego de despertar a regañadientes miro la hora en mi reloj de pared adelantado: Son las once de la mañana. Parpadeo una vez más, me sacudo la flojera con unos golpes en la cabeza y un par de estiradas cual gato gordo y me pregunto y me respondo ¿Uhm, tengo que ir a clases? – eh, no ¿Tengo que recoger exámenes? - Tampoco ¿Creo que ya acabe el ciclo, no? – ah si, hace un par de días ¿Aún tengo flojera? – Mucha. Sorprendido por la hora en la que me he levantado solo veo dos soluciones posibles, o me compro cortinas más grandes o me amarro un algo en los ojos. Así mientras iba pensando si tenía algún amigo que pudiera prestarme un pañuelo me eche algo de agua a la cara, me acomode un poco el cabello y salía buscar algo de pan y un poco de mermelada. Y camine por la Canadá con mi polera doblada y arrastrando la basta del buzo por toda la avenida.


Llegando a la panadería espere en la cola de la caja mientras que un tío cuarentón frente a mi sorbía el que parecía ser su cuarto o quinto café con mucho cuidado de no ensuciar su desteñido terno, en un momento volteó y me miro con sus ojos amarillos que mostraban un aire avejentado y el pensaba “¡Nadie que se levante a las once puede ser alguien en la vida!”, yo sonreí y pensé “Si a los cuarenta años no puedo tomarme un día cualquiera para simplemente no hacer nada sabré que soy un perdedor…”


En un par de mordiscos acabe todos los panes que había comprado “dormir tanto da hambre” – me dije mientras cancelaba todas las cosas que tenia que hacer ese día, recurriendo a mi admirable astucia para las buenas excusas, y me acercaba al teclado para saber si me antojaba escribir algo, mas mi Pc no prendía y luego mi radio no prendía, ni las focos ni el televisor, calmado y con la ligera alegría que te da el estar descansado me acerque a tocarle la puerta a mi casera la que me dijo que debido a un problema que tuvo en su ducha no teníamos luz y que era probable que el técnico al que ya había llamado no llegase sino hasta mañana, comprendí la situación, le dije que no había inconvenientes y luego de eso regrese al dpa a cocinar un sencillo almuerzo de dos y cincuenta. Comí bien y como me apetecía hacerlo salí a caminar por la ciudad.


Un día libre es sin duda la mejor manera de complacerse los gustos, de relajar el cuerpo y animar la mente. Finalmente después de cruzar parques, atravesar puentes y visitar a algunos parientes regrese a la calida oscuridad de mi cuarto, los faros en la noche que lindaban por mis ventanas reemplazaron la necesidad de unas velas y ante una bella escena y un esporádico recuerdo tome prestados la seducción y el ardor de mi guitarra para endulzar al terco frío creando unas cuantas canciones. Como dijo la casera en todo el día no hubo luz y no llego sino hasta la tarde del día siguiente, sin embargo me agrado mucho ese día, quizá uno se deleita más con los días en los que no tiene nada, quizá uno siempre hace algo aunque en su momento no lo sepa, quizá aunque no tenga cuarenta ya existen días en los que puedo quedarme dormido con mi guitarra en los brazos y un par de canciones al lado sin sentirme un completo perdedor. Tal vez tenemos más de lo que el trajín de la vida nos permite apreciar y disfrutar…


Nota a pie de página 1: Así comienzan los post irregulares de vacaciones.


Nota a pie de página 2: buscaré o haré un mejor video d esta cancion asi que aguantenme el cambio.


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