domingo, 6 de junio de 2010

Escritos de Fuego N° 7: ¿BAILAMOS? (post – 39)

(DIARIO SOKUSEKI)


Era de noche, yo, seis años menor de lo que soy ahora conversaba de algo sin importancia con alguno de mis amigos del salón, una de esas platicas en las que debes dar la apariencia de estar pasándola genial para que nadie note el hecho de que va más de dos horas de empezada la fiesta y tu no conoces siquiera si rechinan tus zapatos en la pista de baile. No es que nunca me haya gustado bailar, de hecho me dicen que de pequeño solía divertirme mucho en las fiestas moviendo delirante y acompasadamente mis extremidades con atisbos de destreza, pero supongo que todo cambio cuando dejo de gustarme la musica que los demás adoptaron como “bailable” así que poco a poco me fui apartando hasta esa noche en la que actuaba mis risas para que las chicas supieran que la estaba pasando bien con mis patas y que no me apetecía menear mis desaceitadas articulaciones al ritmo de una de esas canciones que estaban de moda.


Todo ya terminaba, algunas de mis amigas y compañeros ya se habían ido así que el local lucía oscuro dándole un aura romántica y abandonada, un gran amigo mío, cuya invitación a celebrar su cumpleaños no puede rechazar sin prever en la serie de predicamentos que tendría que eludir, estaba bailando con la chica que siempre le gustaba aprovechando el ambiente que había jugado coquetamente a su favor, siendo más de las doce el único amigo que quedaba de mi parapeto se escabullo a la terraza a tomar aire y súbitamente me encontré a mi mismo solo, a merced de cualquiera de mis restantes amigas que no dudarían en insistir una pieza conmigo si se acercaban lo suficiente, quise apostar mi seguridad a su falta de sueño y al dolor en sus pies para reafirmarme de que no se arrimarían a mis costas pero en un intento descuidado para preservar mi bienestar cruce la pista de baile para agazaparme por unos minutos en el vestíbulo, fue ahí cuando sentí la suavidad de una pequeña mano en la mía y una voz achillada por el frió y por el ruido que llegó cerca a mi oído diciendo ¿Bailamos?


¡Carajo! Pensé, como pude arruinar toda mi empresa en un par de segundos, cruzar la pista de baile fue como poner a un conejo a punto de mira en temporada de caza, gire discretamente y la mire, era Eliza. Me sorprendió un momento verla ahí tomando mi mano, ella que siempre bromeaba de mis cosas y que buscaba nuevas entonaciones a mi nombre y aunque nunca me molestaba que lo hacia me intrigaba su forma de ser y la poca vergüenza que tenia para burlarse de si misma imitando sonidos de animales o cosas. Intente salir del impase diciéndole que no sabía bailar (que es mejor que decirle “no me gusta la música que tu bailas”) pero ella insistió diciendo “No te preocupes yo te enseño” tirándome del brazo hacia el centro de la pista que ahora me parecía inmensa pues en ella solo estaban el cumpleañero que aún bailaba con mi amiga y ahora yo y Eliza. La música cambio a una salsa tranquila y pensé “Bueno por lo menos no es merengue” yo estaba completamente nervioso y avergonzado tanto por estar ahí con ella como por verla tratar de romper el cemento que tenía (y aún tengo en cierta medida) en los zapatos y desempolvar mis engranajes dancísticos, sin embargo ella fue muy dulce.


Me dijo -“Es sencillo solo te mueves contando 1, 2, 3 y 1, 2, 3 hasta que agarres el ritmo…”- y yo conteste -“Eh, no soy bueno con las matemáticas”- sintiéndome muy estúpido un segundo después de haberlo dicho pero ella sonrió y replico –“pero pon tu mano aquí…”- y calzó mi mano en su cintura y yo por poco me detengo, por poco la piso, no entendía que pasaba pero estaba más nervioso y avergonzado que antes volteé a un lado para no verla y me tope con la sonrisa pendeja del cumpleañero que me mostraba los dientes como señal de orgullo. Pretendí no hacerle caso y regresé a mirarla, ella que ahora se dedicaba a bailar y ha tomarme del hombro permanecía callada mientras que yo me esforzaba al máximo para no hacerla quedar mal frente a esos pocos que aún estaban y nos miraban. Permanecí callado un buen rato hasta que finalmente dije – “No pensé que durara tanto esta canción, ya me estoy cansando…”- Eliza inclinó la cabeza y mirándome con esos ojos chinitos respondió –“Si es que las canciones de este grupo duran mucho…” – yo solo atiné a asentir y a ensayar una de mis primeras sonrisas tontas mientras le di una vuelta al compás de la música para que no se percatara de que había perdido el ritmo y mientras yo retomaba el 1, 2, 3 volvimos a quedarnos en silencio ella bailando y yo tomándola de la cintura, una cintura dibujada cuya calidez quemaba en mis manos y me hacia más torpe de lo que ya era en ese momento. Preocupado por mis engarrotadas piernas, mi colorado rostro y mis acaloradas manos volví a quedarme en silencio, mucho silencio hubo hasta que ella dijo – “Ya me canse” – y me soltó el hombro y yo me aleje humeante de su cintura viéndola irse entre las sillas y preguntándome (a pesar de que lo dije muchas veces) por qué no me sentía cansado.


Nunca hable mucho con Eliza ni antes ni después de aquel baile, nunca le pregunté por qué bailo conmigo, por qué le gustaba jugar con mi nombre, por qué a veces me daba esa sensación extraña cuando se acercaba. Al año siguiente ella se cambio de colegio y volví a verla tan solo un par de veces y aún ahora solo por fotos, fotos que despiertan en mi un cariño inusitado… Que interesante es lo intrigante que llegan a ser algunas personas en tu vida, aquellas que te dejan con una duda, con un enigma, con una pregunta… ¿Bailamos?


Nota a pie de página 1: Si, si ultimamente estoy posteando muy tarde, perdonenme eso.


Nota a pie de página 2: Por ser semana de aniversario el prox. post sera el viernes 11 de junio. ¡Primer año!



No hay comentarios: